Durante décadas, el Parque Nacional Yosemite ha sido un símbolo de la naturaleza estadounidense. Pero detrás de las impresionantes vistas y los senderos legendarios, se está desarrollando una crisis silenciosa. Años de falta de financiación y recortes de personal, que comenzaron bajo la administración Trump y continúan hoy, están erosionando la capacidad del parque para funcionar con eficacia. Si bien los visitantes no siempre se dan cuenta, las consecuencias son reales: reducción de los esfuerzos de conservación, tensión en la moral de los empleados y una dependencia cada vez mayor de los voluntarios para llenar vacíos críticos.
La fuerza laboral cada vez más reducida
El Servicio de Parques Nacionales ha experimentado una reducción drástica del personal permanente: más del 25 por ciento según un análisis de la Asociación de Conservación de Parques Nacionales (NPCA). Esta tendencia, exacerbada por los cierres gubernamentales, ha dejado a muchos parques operando con equipos reducidos. Sólo en el Parque Nacional Zion, la escasez de personal costó aproximadamente 2 millones de dólares en ingresos perdidos a finales de julio. El Parque Nacional Glacier incluso recurrió a pedir a los visitantes que pagaran las tarifas de entrada en el sistema de honor mediante códigos QR. La administración insistió en que los parques permanecieran abiertos, a pesar de la tensión.
La fachada de la funcionalidad
El impacto no siempre es visible. Como lo expresó un ex funcionario del NPS, la prioridad se ha convertido en la “gestión de la fachada”: mantener los servicios orientados a los visitantes (estaciones de pago, campamentos, baños) funcionando sin problemas mientras los problemas más profundos se agravan. Los proyectos de mantenimiento languidecen y la moral de los empleados cae en picado. Un guardabosques de Yosemite, “Alex”, que solicitó el anonimato, describió un equipo que se redujo de 14 a 9 miembros debido a políticas gubernamentales. La confusión en torno a los sistemas de reservas, junto con los retrasos en la contratación, dejó a los visitantes frustrados y al personal abrumado.
El auge de los voluntarios
El vacío de personal está siendo cubierto parcialmente por voluntarios. Si bien sus contribuciones son valiosas, no pueden reemplazar a los profesionales capacitados. Los expertos advierten que los parques carecen de recursos para integrar y supervisar adecuadamente a los voluntarios en tareas críticas de seguimiento y conservación. Durante mi propia visita, me encontré con más voluntarios que empleados oficiales del parque: tres voluntarios por cada miembro del personal.
Más allá de la superficie: consecuencias ocultas
Las consecuencias más graves son menos visibles para los visitantes ocasionales. Los proyectos de conservación se retrasan, los sitios culturales están en riesgo y los tiempos de respuesta a emergencias se están ralentizando. En 2024, el contratista hotelero de Yosemite, Aramark, recibió una calificación de “insatisfactorio” del Servicio de Parques Nacionales por su desempeño. Los problemas más importantes del parque (falta de personal, mantenimiento descuidado y presupuestos cada vez más reducidos) a menudo están ocultos bajo una apariencia de funcionalidad.
¿Un colapso inminente?
Es probable que la situación empeore. Los recortes presupuestarios propuestos amenazan con eliminar aún más puestos, lo que podría paralizar todo el sistema de empleo. Según ex superintendentes de parques, cerrar los parques durante los cierres sería preferible a dejarlos abiertos con personal inadecuado, ya que los cierres anteriores provocaron vandalismo, daños a los recursos y crisis sanitarias.
La crisis va más allá de la mera escasez de recursos. La moral del personal se ha desplomado y los empleados se enteran de los cambios de política a través de informes de noticias en lugar de canales oficiales. Un guardabosques expresó su temor de que nuevos recortes pudieran conducir a un colapso total del sistema: “No sé cómo alguien podría hacer su trabajo de manera efectiva”. El futuro de Yosemite (y de muchos otros parques nacionales) está en juego.
Sin una inversión sostenida en personal y conservación, las áreas silvestres icónicas de Estados Unidos corren el riesgo de sufrir daños irreversibles. La elección es clara: proteger estos tesoros con recursos dedicados o verlos erosionarse lentamente bajo el peso de la negligencia.

























